miércoles, 17 de junio de 2009

Para estimularnos

“Lucha hasta vencer”

Hechos 14:19-23


En la pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.

Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron de urgencia al hospital del condado.

En su cama, horriblemente quemado y semi-inconsciente, el niño oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría - que era lo mejor que podía pasar, en realidad -, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.

Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría. De alguna manera, para gran sorpresa del médico, sobrevivió. Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.

Una vez más el valiente niño tomó una decisión. No sería un inválido; ¡caminaría! Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.

Finalmente, le dieron de alta. Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.

Cuando no estaba en la cama, estaba confinado a una silla de ruedas. Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.

Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar. Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. Nada quería más que darle vida a esas dos piernas.

Por fin, gracias a los fervientes masajes diarios de su madre, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar solo y después correr.

Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.

“Su versículo favorito era Isaías 40:31: "Pero los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansaran, caminaran y no se fatigaran”. Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de que sobreviviera, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, ¡corrió el kilómetro más veloz del mundo! considerado por muchos el más grande de América de todos los tiempos, como el mejor atleta amateur en los Estados Unidos en 1933.

Ha perdido muchas batallas que le hacen mirar la victoria como algo imposible? ¿Siente que llegó al límite de sus fuerzas? ¿Considera que ha perdido la capacidad de seguir adelante? Cuando experimente una situación así es necesario que vuelva su mirada al Señor Jesucristo en procura de fortaleza para seguir adelante. Los cristianos fuimos llamados a ser vencedores, dejando de lado todo sentimiento de derrota con el que quiere agobiarnos nuestro enemigo espiritual, Satanás.

Aunque nuestras pruebas sean diversas, hay una cosa que el Señor espera de nosotros, que perseveremos hasta el fin, en la medida que tomamos la decisión de seguir a pesar de, es cuando vamos siendo capacitados para subir a un nivel mayor.

Cuando nos detenemos, vamos perdiendo la capacidad de alcanzar mayores cosas, es mas el no enfrentar las dificultades nos va convirtiendo en inválidos, paralíticos espirituales, y sin la capacidad para las cosas mayores que tenemos por delante.

Perseverar hasta el fin requiere todo nuestro corazón en nuestras dificultades y nuestros pesares, Él espera que sigamos adelante.

Perseverar no es lo mismo que aguantar, es proseguir, es esfuerzo, ánimo, constancia, es tomar una actitud porfiada, fija, permanente por alcanzar el propósito de Dios en nuestras vidas.

Obedece a una determinación de lograr si o si el cometido, es no bajar la guardia, es poner todo lo que este al alcance de nuestras manos y aun la vida por cumplir el cometido.

Debemos ser insistentes en el reino de Dios, el insistente es el que logra mucho, pero el débil, el que se rinde, el derrotado ese no va a lograr nada. El problema es cuando dejamos de creer insistentemente acerca de algo.

4 comentarios:

  1. Primera vez que me introduzco en el mundo de los blog´s y que mas lindo que estar con el propósito de Dios, este párrafo me dejo una gran enseñanza luchar y no conformarse, ese es un gran propósito no conformarme con lo que Dios me ha dado hasta ahora si no luchar para que cada día me exalte mas.

    Pastor yo lo conocí en un congreso en Santiago “revolución por el espíritu santo” y después lo seguimos en el congreso a la serena desde ahora le agradezco toda la atención y la buena acogida de su iglesia, que el Señor lo bendiga cada día y siga en sus sendas recuperando a mas jóvenes.

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  2. Muchas gracias Norma, espero que Dios te lleve a niveles superiores, se que eres quien Dios dice que eres nunca lo olvides, sigamos en contacto para nuestra edificacion, Dios te rebendiga montones

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  3. Querido..muy buena iniciativa, que el buen Dios te bendiga y recuerda Isaias 58:11

    Pr.Carlos Diaz (Iglesia Cristiana La Roca)

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  4. Carlos que alegria es saber de ti, muchas gracias y recibo la palabra, dale mis cariñosos saludos a la congregacion.

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